Today is the Feast of St. Jerome, Doctor of the Church, and author of the Vulgate translation of the Bible. This feast caused the author of this blog to think about the role of scripture study in the faith life of a member of the Church.
Since the Second Vatican Council, Catholics have made enormous progress in our appreciation of the Bible. Catholic scholars are equals with their Protestant, Jewish and Orthodox counterparts, participating in scholarly discussions together. Moreover, Catholics are more familiar with Sacred Scripture than ever before. This is due in part to the reforms of the liturgy, including Mass in the vernacular, more biblically oriented homilies by priests and exposure to more readings from the Bible because of the revised lectionary. Another factor is that more Catholics have been exposed to or participated in Bible study programs, whether as adults or through catechetical efforts.
There is an abundance of options to study the Bible, but St. Augustine’s ancient advice still is the best: Tolle, lege! Pick up the bible and read it!
Buy a study Bible and use it to help you better understand one or more of the Sunday Mass readings.
Read the Bible five or 10 minutes a day for yourself.
Read and discuss short passages from the Bible with your family.
Read the Sunday Mass readings in advance so you can better understand them.
Consider joining or starting a parish Bible study with interested parishioners.
Take time to attend a lecture on the Bible or a catechetical congress.
The word of God has renewed the church before, and it was instrumental in shaping the documents of the council. With a little effort on our part, it can continue in our own day to shape our lives, for in the word of Scripture, we encounter the Word-made-flesh, Jesus Christ.
Hoy es la fiesta de San Jerónimo, Doctor de la Iglesia y autor de la traducción Vulgata de la Biblia. Esta fiesta hizo que el autor de este blog pensara en el papel del estudio de las Escrituras en la vida de fe de un miembro de la Iglesia.
Desde el Concilio Vaticano II, los católicos hemos logrado un enorme progreso en nuestra apreciación de la Biblia. Los eruditos católicos son iguales a sus homólogos protestantes, judíos y ortodoxos, participando juntos en discusiones académicas. Además, los católicos están más familiarizados que nunca con la Sagrada Escritura. Esto se debe en parte a las reformas de la liturgia, incluida la Misa en la lengua vernácula, homilías más bíblicas de los sacerdotes y la exposición a más lecturas de la Biblia debido al leccionario revisado. Otro factor es que más católicos han estado expuestos o han participado en programas de estudios bíblicos, ya sea como adultos o mediante esfuerzos catequéticos.
Hay una gran cantidad de opciones para estudiar la Biblia, pero el antiguo consejo de San Agustín sigue siendo el mejor: ¡Tolle, lege! ¡Recoja la Biblia y léala!
Compre una Biblia de estudio y utilícela para comprender mejor una o más de las lecturas de la misa dominical.
Lea usted mismo la Biblia cinco o diez minutos al día.
Lea y analice pasajes breves de la Biblia con su familia.
Lea las lecturas de la misa dominical con anticipación para que pueda comprenderlas mejor.
Considere unirse o comenzar un estudio bíblico parroquial con feligreses interesados.
Tómese el tiempo para asistir a una conferencia sobre la Biblia o un congreso catequético.
La palabra de Dios ha renovado a la iglesia antes, y fue fundamental para dar forma a los documentos del concilio. Con un poco de esfuerzo de nuestra parte, puede continuar en nuestros días dando forma a nuestras vidas, porque en la palabra de la Escritura, encontramos al Verbo hecho carne, Jesucristo.
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